Michael Ende

Si los hombres supiesen lo que es la muerte,
ya no le tendrína miedo.

sábado, 13 de marzo de 2010

Historia del "Jardín de la Memoria"


De los artículos y libros que he estado leyendo sobre cementerios, me ha gustado especialmente un artículo llamado "Un Père Lachaise para Madrid: el debate sobre cementerios en el siglo XIX" de Carlos Saguar Quer, 1998. El artículo trataba de cómo se situaban los cementerios de Madrid en aquella época. Varios personajes ilustres habían conocido el Cementerio Père Lachaise de París y habían propuesto hacer un cementerio similar en Madrid.

"El proyecto de Jacques Molinos (...) se configuraba como un elíseo, un jardín de la memoria atravesado por senderos sinuosos y salpicado de monumentos sepulcrales que proporcionarían al visitante reflexivo el escenario ideal donde poder saborear los tiernos placeres de la melancolía; en definitica, una imagen poetizada, elegiaca, de la muerte."

Carolina Coronado escribió: "El París de los muertos, es acaso el verdadero París. A los sabios, a los héroes los buscaría inútilmente en el París de los vivos. El París de los muertos es también donde se cumplen las condiciones de la nueva República. Al frente del cementerio se lee escrito con letras grandes: Libertè, Egalitè, Fraternitè. En todos los edificios de París se lee el mismo letrero, pero sólo en éste es oportuno y es exacto. ¿Qué hombres más libres que los difuntos? ¿Dónde más igualdad que ante la muerte? ¿Dónde más fraternidad que en la tumba?"

También escribe poéticamente: "Otros sepulcros adornados de columnas tenían el aspecto que sin duda debían tener las casas de los sabios de la Antigüedad, de Sócrates, de Platón, que daban lecciones a sus discípulos en medio de los campos. Al ver tantos palacios, tantas casas desiertas, yo estaba en duda, (...) de si aquello era un pueblo cuyos vecinos hubiesen emigrado por una epidemia dejando las casa cerradas."

D. José Gil Dorregaray hablaba de su propuesta diciendo: "Será un vasto jardín que mitigue el dolor de cuantas personas acudan allí".

Y me ha resultado curioso el siguiente texto, ya que también plantea aquella idea a la que le daba yo vueltas de ¿las esculturas del cementerio son arte?: "Por todo el contorno de sus muros correrá una linda ménsula de mármoles sobre la cual descansarán las estatuas yacentes que los interesados quieran poner, de modo que con el tiempo aquel sitio vendrá a ser el museo más completo de escultura puesto que en él figurarán todos los géneros artísticos, prestando no poco encanto al trabajo artístico el reflejo variado de los rayos del sol atravesando por los cristales de colores."También me ha llamado la atención el tema comercial que deja entrever. De los cementerios se hacían cargo las cofradías y la Iglesia. Poco a poco fueron pasando a manos del Ayuntamiento.

D. Antonio Pirala se queja de este negocio diciendo: "Los dos cementerios, abiertos desde 1809, han dado cerca de trece millones de reales de vellón de alquiler; y los de las Sacramentales (...) habrán dado sin duda una cantidad igual o mayor atendida la desorbitancia de sus tarifas. Este carácter de especulación que han tomado los cementerios debe desaparecer cuanto antes, recobrando el de establecimientos sanitarios, benéficos y religiosos que nunca debieron perder."

Además, algunas personas ya pensaban que los nichos eran algo inhumano. Pirala decía: "tiene algo de ridículo, presentando los cadáveres como están colocados los géneros en las tiendas". Gustavo Adolfo Bécquer es de la misma opinión: "Causa verdadero dolor traer a la memoria nuestros prosaicos y repugnantes cementerios donde se empaquetan los cadáveres en nichos que recuerdan los cajones numerados del estante de una droguería".

Se propusieron varios proyectos para hacer un cementerio por el que se pudiera pasear y que llevara a sus paseantes a la reflexión, puesto que es más silencioso que la ciudad. Pedro de Alarcón decía: "El cementerio está sólo, inmóvil, mudo. Y sin embargo, aquí hay mucha más población que allá bajo."

Sin embargo, aquellas ideas no tuvieron un final feliz. Hacia 1877, ganaron el premio Fernando Arbos y José Urioste, que pensaban todo lo contrario a aquel cementerio parisino idealizado. Pensaban debía ser tradicional, como Dios manda, y apartado de influencias extranjeras. Luis Cabello y Aso era de su mismo parecer. En su opinión, el cementerio debía ser una "Mansión de la muerte":

"No es lógico, no tiene razón de ser, ni con el sentir y la fe cristianos se aviene, convertir el camposanto en alegre parque, en jardín donde todo sea artificial; ni los surtidores y juegos de agua, y fuentes y estanques; ni estar dispuesta la vegetación como en un jardín de delicia, berjel frondoso de distracción y recreo, a modo de Campos Elíseos. Allí el objeto es... ¡la tumba!"



Sin embargo, a mí me resulta más interesante aquella idea de "Jardín de reflexión", no de lugar macabro donde deben quedar los cadáveres para olvidarlos con el tiempo.
(Las imágenes escogidas son del cementerio "Père Lachaise" de París.)











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